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Redescubriendo Rut (4) Mujer, viuda y moabita

La posición precaria de las viudas en el mundo antiguo es parte de un telón de fondo que es vital entender para hacerse una idea de los desafíos a los que se enfrentan Noemí y Rut. La sociedad judía de la época estaba compuesta por «casas patriarcales» en las que una figura masculina llevaba la voz de mando y actuaba como representante legal de la familia1Stordalen, T. 1994. Støv og livspust: Mennesket i Det gamle testamente. Oslo: Universitetsforlaget. p.154. Esta figura solía ser el padre de familia o sus hijos varones, en caso de que este muriese. Esto implicaba que las viudas se encontraban en una situación de invalidez jurídica, es decir, que dependían de que otras personas las representasen legalmente. Por causa de esto se habían establecido leyes, como la ley bíblica del levirato2También conocida como yibbum (heb.), de la palabra latina levir que significa «cuñado»: consistía en que una viuda que no tuviese hijos se casaba con su cuñado, siendo el primer hijo de esta unión el descendiente legal del fallecido. (Deu 25:5-10). Pero aunque existiesen este tipos de leyes para proteger a las viudas, la Biblia deja claro que en muchas ocasiones las viudas sufrían dificultades económicas y vulnerabilidad jurídica3La Biblia, de hecho, exige repetidas veces que no se oprima a las viudas (cf. Exo 22:22, Jer 7:6, Zac 7:10)..

Por si esto fuera poco, el hecho de ser moabita en Israel no era un problema menor en los tiempos de Rut. Los moabitas eran, según Gen 19:30-37, los descendientes de Lot, el sobrino de Abraham. Pero la impresión general que nos da la Biblia sobre este pueblo es casi siempre negativa (cf. Num 21-22, Jue 3:12-31). Aún así, se puede decir que el texto más problemático para Rut era la prohibición que se encuentra en Deuteronomio:

No podrán entrar en la asamblea del Señor los amonitas ni los moabitas, ni ninguno de sus descendientes, hasta la décima generación. Porque no te ofrecieron pan y agua cuando cruzaste por su territorio, después de haber salido de Egipto. Además, emplearon a Balán hijo de Beor, originario de Petor en Aram Najarayin, para que te maldijera. Sin embargo, por el amor que el Señor tu Dios siente por ti, no quiso el Señor escuchar a Balán, y cambió la maldición en bendición. Por eso, a lo largo de toda tu existencia no procurarás ni la paz ni el bienestar de ellos.

Deuteronomio 23:3-6 (NVI)

El autor del libro de Rut da por sentado que este es un problema conocido para los receptores de la obra, y resalta repetidas veces la identidad moabita de Rut (Rut 1:4, 22; 2:2, 6, 21; 4:5, 10), incluso cuando parece ser innecesario. Pero estos recordatorios, lejos de ser redundantes, contribuyen a crear esa tensión que es factor común de toda buena historia. ¿Cómo podrán los personajes principales vencer la desesperanza, aún teniendo todo en su contra? Noemí, sin marido ni hijos, se encontraba en la peor situación imaginable para una mujer de esa época. Pero no estaba sola. La moabita Rut estaba con ella, y aún más importante: Noemí tenía un plan.

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